Quienes plantean el tema de las causas profundas del 7 de octubre suelen afirmar que la supuesta opresión de los palestinos por parte de Israel fue lo que provocó —e incluso justifica— el ataque de Hamás.
El conflicto palestino-israelí tiene décadas y es profundamente complejo. De hecho, se puede argumentar que las "raíces" del conflicto se remontan al rechazo por parte de los líderes palestinos y árabes del derecho del pueblo judío a la autodeterminación y a tener un Estado en su patria histórica.
Israel se creó tras una votación de las Naciones Unidas en noviembre de 1947 para establecer un Estado judío (Israel) en la patria histórica del pueblo judío, junto a un Estado árabe para los palestinos en la tierra que durante 2.000 años estuvo gobernada por una larga sucesión de imperios. Los líderes palestinos y árabes del mundo rechazaron la creación de un Estado judío y, tras la declaración de la condición de Estado de Israel el 14 de mayo de 1948, los ejércitos árabes circundantes lanzaron inmediatamente un ataque con el fin de erradicarlo.
Con el paso de las décadas, y tras numerosas guerras, periodos de terrorismo y desafíos estratégicos, Israel empezó a ser reconocido lentamente en la región, primero mediante tratados de paz con Egipto, seguido de Jordania, y después con acuerdos de normalización con Emiratos Árabes Unidos y Bahréin. A partir de la década de 1990, Israel y los palestinos se embarcaron en una serie de negociaciones que, si bien no llegaron a la ansiada solución de dos Estados, sí resultaron en la creación de la Autoridad Palestina (AP) que hasta hoy gobierna (con restricciones) gran parte de Cisjordania. La AP, establecida en cooperación con Israel, representa la primera vez que los palestinos han tenido cierto grado de autogobierno.
Mientras Israel normalizaba sus relaciones con algunas potencias regionales, otras —como Irán, Siria e Irak— han mantenido su postura de rechazo, negándose a reconocer —o incluso a tolerar— un Estado judío en el Medio Oriente y utilizando la violencia para impulsar el maximalismo territorial. La organización terrorista Hamás, que gobierna Gaza desde 2007, pertenece a este bando de rechazo: se niega a aceptar un Estado judío y se compromete a erradicarlo violentamente.
Sin duda hay cuestiones legítimas que plantear en relación con las políticas israelíes hacia los palestinos, las penurias que sufren los palestinos en Cisjordania y la Franja de Gaza, y la frustración entre israelíes y palestinos ante la perspectiva de que el conflicto y las condiciones en el terreno nunca cambien.
Pero es simplista e inmoral excusar o explicar las brutales e inhumanas acciones de Hamás el 7 de octubre como justificadas por las acciones de Israel o como resultado inevitable de las mismas. Tal argumento niega toda la intención de Hamás y da luz verde a Hamás y a otros extremistas para perpetrar ataques similares en el futuro.